Allí estaba la señal, el símbolo que enlazaba con mi discurrir de aquél momento, quizás señalando la puerta, el punto,el eje que situa la visión en la clave fundamental de la rueda del tiempo. Entonces recordé el cuadro del alquimista asomándose a otros mundos y universos en este en la frontera que une el cielo con la tierra desde el latido que alienta nuestro ser. La visión mítica del símbolo trascendente, la llave que abre y cierra los vortices del tiempo en la brevedad de los instantes de la dimensión supramental. La lluvia arreciaba sobre la ciudad, me anticipe en las líneas del tiempo de este flujo temporal y vi la rueda girando y sus infinitas ramificaciones en los vortices de luz, los códices del tiempo parpadeaban en el giro cambiante sin fin aparente, en la frontera de los mundos. D.G
